Recuperar el conocimiento social.

 

A lo largo de la historia la sociedad ha evolucionado. Comportamientos sociales y políticos de antaño, sustentados por tradiciones y leyes basadas en formas de poder autocrático, ahora, no solo se consideran contrarias a los derechos humanos, sino también atrocidades y aberraciones contra natura.

Nuestro grado de evolución, la civilización en el siglo xxi, se ha generalizado como modelo de sociedad situando el umbral de lo aceptable en las relaciones humanas en un nivel muy elevado respecto del pasado; aunque solo un 20% de la población mundial disfrute de grados equiparables de bienestar jurídico respecto de los derechos humanos, y su garantía; de la consideración de la persona en su dignidad, por encima de creencias e intereses personales, sociales  o políticos.

Pero esa garantía social, el respeto de los derechos humanos en su sentido más amplio, los derechos de la persona en su integridad, libertad de expresión, a la propiedad, a la sanidad, a la educación…está comprometida. Para esa minoría de estados democráticos, que asimilamos a occidentales, esos valores que impregnan la legislación y la costumbre social, corren el riesgo de difuminarse; los logros alcanzados pueden quedar en poco arrastrados por estrategias disolventes como la multiculturalidad, considerada como categoría política, que actúa como factor de relatividad de principios universales, o como otras negligencias, como no saber cómo realizar una buena gestión del conocimiento social.

Las empresas han estudiado el problema de cómo retener el saber hacer generado por el capital humano. Se le llama gestión del conocimiento, al conjunto de procesos culturales y de conducta, de sistemas de comunicación y de incentivos, que permiten que el conocimiento explícito y tácito aumente de forma significativa mediante la capacidad de gestión ante problemas y situaciones, con el objetivo final de generar ventajas competitivas a largo plazo.

No se puede describir mejor la receta que se ha pedido en los últimos veinte años en la sociedad, y que explica la desmotivación y la atonía de la ciudadanía ante el futuro.

Tenemos la sensibilidad y la capacidad para gestionar los recursos naturales, pero no hemos tomado conciencia de la necesidad de gestionar el conocimiento social, sean en la sociedad, en sus relaciones culturales y civiles; sea en las instituciones constituyentes del Estado, en los partidos políticos, en los medios de comunicación, las organizaciones económicas, patronales y sindicales, o en las múltiples asociaciones que conforman la sociedad civil.

Olvidamos, por descuido o por descaro, que el conocimiento, la experiencia de procesos individuales y colectivos que nos han conducido a lo que somos, no se reinventa en cada proceso electoral ni en derivas ideológico-legislativas. El saber hacer que la sociedad decanta a lo largo de las experiencias de éxito, como se dio enla Transiciónen que se gestionó con acierto, pone en valor las ventajas de gestionar bien el conocimiento social.

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